jueves, 24 de octubre de 2013

Acapella.

No sé si fue quizás tu mirada, 
si tal vez con tan solo reír y marcar tus pómulos,
o simplemente la paz que me transmites.
Tan sólo sé que desde ese día,
mis noches se han hecho más cortas,
mis días más calurosos,
y mis sueños...
indescriptibles.
Tal vez fueron las palabras llenas de esperanza,
esas ganas de querer lograrlo todo,
y,
que con un roce logres erizarme la piel.
Simplemente fue una canción, una armonía, un compás,
un pentagrama, un sí bemol y un sol sostenido,
acapella,
desafinado pero con emoción precisa,
el ritmo,
la respiración.
Un beso.

viernes, 16 de agosto de 2013

Muros.

     Nunca me puse a pensar en cómo afectaría a la gente el hecho de que haya construido muros a mi alrededor, en cómo después de pasar un tiempo pensando en mi misma, podría influenciar en los demás. 
Pienso a diario que es mejor para mi aislarme del resto de las personas, en simplemente no sentir nada, pero sentir es lo que nos hace humanos y sinceramente no hay cosa que anhele más que sentirme viva; y es que me siento tan adormecida, como si no me diera cuenta de lo que está más allá de mis muros pero es que estoy tan acostumbrada a que lo que está a las afueras de ellos sea tan efímero que simplemente dejo que se queden ahí hasta que se vuelvan a ir, para al final quedarme conmigo misma, pensando qué fue lo que hice mal para no poder retenerlos un rato más y darme cuenta que se alejaron porque no les enseñé lo que está detrás de esa protección, es triste pero cierto.

     Podré pedir perdón muchas veces por no dar lo que querían, pero no me harán arrepentirme, porque ninguno fue capaz de tener el valor de derrumbar esos muros, conocer lo que está detrás de ellos y quedarse. 

     Así que no, no puedo destruir ese mármol invisible que me rodea porque no ha llegado nadie que valga suficientemente la pena como para ver mi lado vulnerable.

lunes, 1 de julio de 2013

Desde Cero.

Y es así como decido darle un comienzo a este final, como poco a poco, sin que nadie se de cuenta, iré dando pasos invisibles, dándole distancia a las personas, otorgándoles sus bien merecidos espacios.  Internamente, iré despidiéndome de cada persona que alguna vez me hizo sonreír, los iré dejando con esos nublados recuerdos, en su almohada una pequeña y cursi carta recordándoles que pronto se olvidarán de mi y seguirán con sus vidas. Así mismo, yo comenzaré desde cero, sin remordimiento o tristeza alguna por abandonar a aquellas personas que alguna vez pudieron ser todo para mi, puesto que, al final no importa quienes finalizan el camino sino quienes lo hicieron interesante. 
Me despido, con un ligero movimiento con la mano, una sonrisa y  una maleta llena de recuerdos.

jueves, 16 de mayo de 2013

Un Libro.

     Los que nos las lanzamos de escritores siempre tratamos de encontrar un buen inicio y un impactante final a nuestras historias pero, ¿qué pasa con el intermedio? Pasa que nos proponemos cautivar mediante la primera impresión y sorprender con la última, pero hay algo importante que se nos olvida: mantener a las personas lo suficientemente atadas a la historia para continuarla a tú lado mientras la creas. 
     Creemos que las personas seguirán ahí por más patético que sean nuestras historias y ese es el mayor problema, que justo cuando se está terminando la historia con esa persona es cuando decidimos sorprenderlos y aunque sea tratar de mantenerlos a tu lado para la siguiente edición, nos equivocamos. 
     Las personas se cansan por más amor que nos tengan y viceversa, se obstinan, se molestan y se frustran simplemente porque ven que la historia no va por buen camino así que, ellos mismos deciden cerrar el libro o simplemente pasar de capítulo por algo mejor.
     Aquí es donde aparezco yo, donde decidí que en vez de pasar página, capítulo o cambiar de libro, decidí quemarlo, ir arrancando página por página e ir cortando párrafo por párrafo para así después, arrojarlos al fuego viendo como se quema palabra por palabra: amor, beso, confianza, amistad, felicidad, lágrimas, sonrisas, caricias, querer, siempre, tú y yo, etc. Pero fueron tres las palabras las que no se quemaron, que en vez de arder, salieron volando de la chimenea: recuerdos, desconfianza y dolor. Al leer estas tres palabras decidí guardarlas en un cofre junto con este libro que muy dentro de él seguía ardiendo y oliendo a papel quemado con su mezcla de humo; meses después mi vida giró en torno a la nada, al vacío, a la duda y a los errores. 
      Sentía como mi vida carecía de aquellas palabras que vi quemándose, como me faltaba el amor, el beso, la confianza, la amistad, la felicidad, las sonrisas, las caricias, el querer, un ''para siempre'', me faltaba un nosotros, pero también faltaban las lágrimas que mojasen mis almohadas en la noche. 
     Un día cuando me sumergía en aquella ''nada'' tomé el valor que había perdido, me levanté de la cama y me dirigí al desván, saqué una caja, agarré el pequeño cofre y me encerré en mi cuarto. Sólo tomé el libro, que seguía oliendo a cenizas, recordaba cada capítulo incluso, sabía qué iba en cada página arrancada, cogí el bolígrafo y comencé a escribir. Escribía cuánto te echaba de menos a ti y a tu voz, a ti y a tus ojos, a ti y a tu romanticismo, bueno en fin, a ti. Decía cuánto vacío sentía y cuántos recuerdos nuevos había realizado, sin ti. Fue entonces cuando me di cuenta que eso no era una biografía sino una larga postal,  para ti. Me auto-convencí de que debería enviarla, merecías y tenías el derecho a saber la verdad después de todo, me equivoqué. 
     Para mi tan no-esperada sorpresa, regresaste, ¿o los que regresaron fueron los sentimientos escondidos, el amor a aquellos recuerdos? En fin, te volviste a ir; esta vez fui yo quien te alejó y te empujó lejos de mi, quien decidió que era lo mejor para los dos el no estar más con esta farsa. 
     Volví a esconder el libro donde antes había estado, esta vez fueron las tres palabras las que saqué de aquel desgraciado cofre.
      Hoy, mi vida se basa en aquellas tres palabras, en cómo de pasar a tenerlo ''todo'': el amor de acompañamiento, el amor de una(s) amistad(es) y simplemente de la felicidad. Pasé a tener la desconfianza de todo ser existente sobre la faz de la Tierra por medio del dolor que me causan aquellos recuerdos. Si algún día tengo el valor necesario, volveré a redactar sobre aquellas palabras que una noche quemé y que a partir de ahí carecí de ellas. Pero hay sólo una cosa que nunca me ha abandonado y eso, es la fe. Le doy gracias a Dios por enviarme tormentas contra las que pude combatir y que me hicieron más fuerte; a todas aquellas personas que estaban o están en mi vida, y si lo estaban, perdón por no ser el libro más interesante o alegre o simplemente acogedor que pude haber sido, y si lo estás, gracias por haber soportado las quemaduras de mis páginas y por haber sido ese marca-páginas que esperó todo este tiempo por mi para seguir mi lectura.
     Y a ti, gracias por marcar severos capítulos de mi libro, incluso, gracias por ser mi libro personal, no termina aquí porque the book is still burning. 

martes, 30 de abril de 2013

Árbol Caído.

Esta noche me quiero hundir en la música, en la voz de Eminem con un vaso de ron en la mano y un cigarro en la otra, mientras leo un libro de Gabriel García Márquez, pero solo me queda conformarme con la voz de Eminem. 
Detener el tiempo y así poder ir recorriendo los pasillos, las calles, los edificios y simplemente observar, analizar, profundizar en las miradas de los demás, tratar de descifrar qué sienten en ese momento aquellas personas que no tienen a nadie que se tome el momento de escucharlos, de leerlos, de conocerlos. 
Recostarme de un árbol caído y llorar, no por mí sino por el árbol.
Ir a la iglesia y rezar, no por mí sino por esas personas que se perdieron y se olvidaron con el tiempo. 
Conducir hasta el hospital más cercano e ir casos perdidos, no por mí sino por esas personas que pierden oportunidades a medida que pasan los segundos.
Pero descartando todo eso, quiero recostarme de un árbol caído para ver como las nubes siguen la dirección que les dicta el viento y  ver que donde falta ese gran árbol que algún día le dio sombra a aquellos que alguna vez se besaron, lloraron, rieron, declararon y terminaron, nacerá otro árbol, más fuerte, más grande y también para formar parte de algún momento de la vida de alguien. Quiero ir a la iglesia para rezar por esas nuevas personas que pueden sentir alguna clase de alivio al estar en confianza con su ''Dios''  y por esas nuevas almas que dan una parte de ellos por tener un poco de ''fe'' en seguir adelante a pesar de las desventajas que les ofreció la vida. Y más que nada quiero conducir hasta el hospital más cercano e ir a casos perdidos para que aquellas personas que se sientan solas en uno de sus momentos más difíciles sepan que no lo están en realidad, que a pesar de que sea una desconocida alguien en algún momento de su fase terminal se preocupó por ellos.
Así que no, no todas las cosas me hacen daño y no todas las cosas que me propongo son egoístas. 
Pero sin duda, las que más me duelen y las más egoístas son las que  más necesito en esta etapa de mi vida. Tal vez algún día yo seré ese árbol caído. 
Solo que no se por qué. 

viernes, 15 de marzo de 2013

¿Realidad?

No recuerdo haberme dormido, solo recuerdo estar tumbada en el pasto verde, rodeada de lirios morados con el sol resplandeciente sintiendo como el calor me corría por los brazos, las piernas, la cara. Pero vi a lo lejos una persona acercándose, tranquilamente, con los brazos relajados a los lados, trataba de ver quién era pero el sol estaba justo en sus momentos mas resplandecientes así que, a medida que se iba acercando podía ir describiéndolo en mi mente, era alto con el pelo un poco alborotado, llevaba una camisa blanca con unos blue jeans desgastados, supongo que por su uso excesivo. 
Después pude reconocer más su cara, llevaba una sonrisa blanca dibujada en la cara y unos ojos marrón claros bastante expresivos, una nariz ni tan grande ni tan pequeña.
Ahora lo veía acercarse con más rapidez y al leer sus labios pude notar que decía mi nombre, eso me exaltó y me hizo preguntarme de donde era que ese joven me conocía. Ahí fue, cuando escuché su voz gritando mi nombre que me di cuenta de quién se trataba.
Estaba más cerca. Mi corazón empezó a agitarse.
Diez metros, nueve metros, ocho, hasta llegar a dos metros. Estiró el brazo con su mano abierta que se dirigía en mi dirección y entonces, sentí el calor de sus manos recorrer mis brazos en busca de mis propias manos para entrelazarlas con las suyas, él sabía perfectamente que no me opondría a su tacto y mucho menos a unirse así.
En ese instante me jaló con delicadeza para acercarme más a él y fue cuando por fin apoyé mi cara en su pecho y mis brazos rodeándole la espalda sintiendo su calor que tanto había necesitado durante tanto tiempo. Con su gentil tacto recorría las yemas de sus dedos sobre mi espalda desprotegida por mi vestido, mientras su mano subía y bajaba sentía la electricidad recorrer mi cuerpo.
Me besó sutilmente la frente, se inclinó hacía mi oído y me susurró un leve "te extrañé" fue precisamente en ese momento que alargó su mano hasta mi barbilla, la agarró y levantó mi mirada para que nuestros ojos se encontraran.
No pude evitar que mis ojos se aguaran y que mi voz temblara, lo único que supe hacer fue besarlo pero besarlo de verdad, como si ese beso fuera el último, la despedida que nunca tuvimos.
Esperaba despertarme, no fue así.


domingo, 3 de febrero de 2013

La felicidad nunca faltó.

Pasó mucho tiempo después de decidir si volver a escribir o no, de si volvería a escribir sobre él o simplemente hablaría mal de la vida una vez más. Pero no, simplemente pensaba que poner y que  omitir, pero de esto se trata ¿No? Escribir sin limitaciones, escribir porque simplemente necesitas desahogarte y hoy, quiero desahogar esos errores que cometí pero que vivo con ellos sin remordimiento alguno.
Primero quiero hablar del final que tuvo mi dos mil doce.
El final tuvo riesgos, tuvo encuentros, tuvo lagrimas y tuvo nostalgia, pero nunca faltó la felicidad. Me arriesgué y tuve lo que quería, me encontré con personas que no esperaba ver más nunca, lloré por cosas que se suponía que no lloraría más, tuve nostalgia hacia mi abuelo, hacia mi hermano y hacia esas personas que me dejaron a mitad de camino, pero la felicidad nunca faltó.
En segundo lugar hablaré de mi dos mil trece.
Comenzó diferente, bizarro, tuvo más lagrimas, tuvo peleas, tuvo errores, tuvo abandonos, tuvo nostalgia, tuvo recuerdos, tuvo fiestas, tuvo besos, pero nunca faltó la felicidad.
Abandoné lo que conseguí por el simple hecho de que no lo quería más. Lagrimas con sabor a nostalgia y con un toque de recuerdos dulces llegaron a apoderarse de mi. Y besos, esos besos con sabor a alcohol que no fueron los más nítidos ni los mejores con un toque de emoción y con fecha titulo mayor. Aquellas peleas que te van rompiendo poco a poco pero vas fingiendo con una sonrisa y que por dentro quieres en realidad, matar a esa persona. Pero nunca faltó la felicidad, la unión de una familia, la fortaleza de una amistad, la grandeza de poder vivir tu vida y ese momento en que respiras profundamente, aguantas el aire y lo expulsas con lentitud, para que ningún segundo sea malgastado en vano.