Dicen que hoy es el día más triste del año, increíblemente, lo confirmo. O tal vez, me sienta así de nuevo y lo único que quiero es buscar un culpable adyacente a mi.
Debería estar estudiando, empollando los apuntes y quemándome las pestañas, preparándome para el examen final de Introducción a la Historia pero, en cambio estoy aquí, con la ventana abierta dejando que el frío entre, escuchando los coches y el tranvía pasar, comiendo pipas Tijuana sintiendo como cada vez se me va poniendo un poquito más agrietada la lengua, escribiendo, escribiendo para mí y para las diecisiete mil personas que ya me han leído hasta ahora.
Tengo aproximadamente veinte cuatro horas preguntándome a quién podría llamar para que me escuchase, preguntándome en quién me podría refugiar hasta que el mal momento pasara, no encuentro a quién lastimosamente, por gran cantidad de razones; después recuerdo que desde siempre he sabido asumir estas cosas solas.
Me desperté en la madrugada, con un gran temor inexplicable hacia la vida y hacia la muerte, pensé en llamarlo, tal vez él sabría reconfortarme, y aún así no lo hice.
Creí despertarme con buenos y bonitos mensajes, fueron comunes y aburridos.
Fui a la universidad, entregué un trabajo de fin de cuatrimestre, me dieron la nota final, almorcé y reí con mis amigos, hasta que de repente en el tranvía de vuelta a mi casa me di el privilegio de pensar otra vez y volver a hundirme en los pensamientos de anoche.
Llegué a mi casa y no quería nada, solamente dormir y no lo logré, me veía inmersa dentro de mi mente, degradándome y haciéndome auto-críticas, comparándome y tratando de entender por qué lo hacía, hasta que pensé en hacer una biografía; mi biografía.
A medida que iba repasando la lista en mi mente llegué a la conclusión de que no soy especial. Soy ordinaria y común.
Mi pelo es oscuro y ondulado. Nada atrayente.
Mi sonrisa es salida y grande. En absoluto uniforme.
Mi cuerpo es aburrido, mis piernas y mis brazos son flacos, mi abdomen no es plano ni sexy, mi trasero sin duda no está moldeado por squats, y mi busto no es nada fuera de lo normal.
Mi actitud es chocante y poco comprensiva.
Ya no canto, ni toco cello o piano.
Ya no me escondo en los libros ni ellos me esconden a mi.
Pero supongo que a pesar de todo eso, me quiero bastante, a veces no lo suficiente para valorarme, hay días que simplemente quisiera ser de esas que a todos les gustan y que te llaman la atención a penas las ves, que te dejan sin aliento, ser algo bonita, ser algo que envidiar. Pero, me quiero. Y todas las personas deberían quererse, aunque sea un poquito, como yo, porque al final no sirve de nada que los demás te quieran si tu no lo haces.
Dejen que un día les rodee la tristeza pero al siguiente ya estén conformes con sus vidas.