jueves, 16 de mayo de 2013

Un Libro.

     Los que nos las lanzamos de escritores siempre tratamos de encontrar un buen inicio y un impactante final a nuestras historias pero, ¿qué pasa con el intermedio? Pasa que nos proponemos cautivar mediante la primera impresión y sorprender con la última, pero hay algo importante que se nos olvida: mantener a las personas lo suficientemente atadas a la historia para continuarla a tú lado mientras la creas. 
     Creemos que las personas seguirán ahí por más patético que sean nuestras historias y ese es el mayor problema, que justo cuando se está terminando la historia con esa persona es cuando decidimos sorprenderlos y aunque sea tratar de mantenerlos a tu lado para la siguiente edición, nos equivocamos. 
     Las personas se cansan por más amor que nos tengan y viceversa, se obstinan, se molestan y se frustran simplemente porque ven que la historia no va por buen camino así que, ellos mismos deciden cerrar el libro o simplemente pasar de capítulo por algo mejor.
     Aquí es donde aparezco yo, donde decidí que en vez de pasar página, capítulo o cambiar de libro, decidí quemarlo, ir arrancando página por página e ir cortando párrafo por párrafo para así después, arrojarlos al fuego viendo como se quema palabra por palabra: amor, beso, confianza, amistad, felicidad, lágrimas, sonrisas, caricias, querer, siempre, tú y yo, etc. Pero fueron tres las palabras las que no se quemaron, que en vez de arder, salieron volando de la chimenea: recuerdos, desconfianza y dolor. Al leer estas tres palabras decidí guardarlas en un cofre junto con este libro que muy dentro de él seguía ardiendo y oliendo a papel quemado con su mezcla de humo; meses después mi vida giró en torno a la nada, al vacío, a la duda y a los errores. 
      Sentía como mi vida carecía de aquellas palabras que vi quemándose, como me faltaba el amor, el beso, la confianza, la amistad, la felicidad, las sonrisas, las caricias, el querer, un ''para siempre'', me faltaba un nosotros, pero también faltaban las lágrimas que mojasen mis almohadas en la noche. 
     Un día cuando me sumergía en aquella ''nada'' tomé el valor que había perdido, me levanté de la cama y me dirigí al desván, saqué una caja, agarré el pequeño cofre y me encerré en mi cuarto. Sólo tomé el libro, que seguía oliendo a cenizas, recordaba cada capítulo incluso, sabía qué iba en cada página arrancada, cogí el bolígrafo y comencé a escribir. Escribía cuánto te echaba de menos a ti y a tu voz, a ti y a tus ojos, a ti y a tu romanticismo, bueno en fin, a ti. Decía cuánto vacío sentía y cuántos recuerdos nuevos había realizado, sin ti. Fue entonces cuando me di cuenta que eso no era una biografía sino una larga postal,  para ti. Me auto-convencí de que debería enviarla, merecías y tenías el derecho a saber la verdad después de todo, me equivoqué. 
     Para mi tan no-esperada sorpresa, regresaste, ¿o los que regresaron fueron los sentimientos escondidos, el amor a aquellos recuerdos? En fin, te volviste a ir; esta vez fui yo quien te alejó y te empujó lejos de mi, quien decidió que era lo mejor para los dos el no estar más con esta farsa. 
     Volví a esconder el libro donde antes había estado, esta vez fueron las tres palabras las que saqué de aquel desgraciado cofre.
      Hoy, mi vida se basa en aquellas tres palabras, en cómo de pasar a tenerlo ''todo'': el amor de acompañamiento, el amor de una(s) amistad(es) y simplemente de la felicidad. Pasé a tener la desconfianza de todo ser existente sobre la faz de la Tierra por medio del dolor que me causan aquellos recuerdos. Si algún día tengo el valor necesario, volveré a redactar sobre aquellas palabras que una noche quemé y que a partir de ahí carecí de ellas. Pero hay sólo una cosa que nunca me ha abandonado y eso, es la fe. Le doy gracias a Dios por enviarme tormentas contra las que pude combatir y que me hicieron más fuerte; a todas aquellas personas que estaban o están en mi vida, y si lo estaban, perdón por no ser el libro más interesante o alegre o simplemente acogedor que pude haber sido, y si lo estás, gracias por haber soportado las quemaduras de mis páginas y por haber sido ese marca-páginas que esperó todo este tiempo por mi para seguir mi lectura.
     Y a ti, gracias por marcar severos capítulos de mi libro, incluso, gracias por ser mi libro personal, no termina aquí porque the book is still burning.